Ahora que se acerca el centenario del gran poeta oriolano Miguel Hernández, y que cada día aparecen más polémicas entre los herederos y el ayuntamiento de Orihuela, me parece interesante echarle un vistazo a este reportaje de El Pais. Al menos para ser consciente de las grandes dificultades que generan los conflictos en la gestión del legado de los artistas. Sobre todo para engrandecer su nombre.
Cuando el legado es litigio
El asunto de la buena o mala gestión del legado de los escritores parece inagotable. El trabajo artístico más rico de un autor importante puede perdurar gracias a la buena gestión de sus herederos o quedar arruinado para la posteridad. Buena prueba de ello es el malestar que personalidades del mundo de la cultura han expresado recientemente en torno al legado de Alberti. El legado ideal es, a juicio de Julio Neira, antiguo responsable del Centro para la Generación del 27, en Málaga, y hoy coordinador del Centro Andaluz de las Letras, "el que puede gestionarse públicamente y queda abierto para las consultas de estudiosos o admiradores". Otra cosa es la gestión de los derechos, que siempre van a parar a los herederos. Es lo que da dinero. La conservación del resto, bien al contrario, cuesta. Cuando ambos campos chocan, surge un conflicto.Los grandes legados artísticos en España quedan en manos públicas, semipúblicas y privadas. Todas las modalidades tienen sus riesgos. Los públicos pueden sufrir desatención. Los semipúblicos, manejados a través de fundaciones en su mayoría dedicadas a sacarles rendimiento, suelen ser los más eficaces. Entre los privados se dan gestiones ejemplares y desastres que abarcan autores del siglo XX.
- Generación del 98 y aledaños. Los autores del 98 dan para un catálogo práctico. El caso del legado de Valle-Inclán siempre ha sido el más preocupante. Durante años fue inaccesible. La familia lo custodió como un tesoro. Esa época supuso un auténtico calvario para los expertos. Parecía imposible conseguir hurgar en él. Unamuno quedó en manos de la Universidad de Salamanca, que ha hecho de este autor todo un símbolo de su historia agitada, aunque el funcionamiento, según algunos expertos consultados, ahora es regular. También el legado de Rubén Darío, reposa en una Universidad, la Complutense de Madrid, bastante dejado en manos del destino.
El de Azorín, en cambio, parece estar a buen recaudo. Una de sus sobrinas lo vendió a Caja Mediterráneo que lo gestiona en su sede de Monóvar (Alicante) de forma más que razonable. Igual que el legado de Ortega y Gasset, perfectamente custodiado en la fundación que lleva el nombre del filósofo con un archivo inmenso y ejemplarmente gestionado. Un caso preocupante es el de Antonio Machado. No por una mala práctica de sus herederos, sino porque está muy desperdigado. Existen documentos fundamentales del autor en la Biblioteca Nacional y en fundaciones como la Fernán González o en la casona de Tudanca (Cantabria), sede de la José María de Cossío. Otro ejemplo de dispersión es el de Juan Ramón Jiménez. Es una obra abundante que queda en el Archivo Histórico Nacional, en Puerto Rico, donde pasó sus últimos años o en la casa de Moguer, su pueblo natal. Los herederos están haciendo un esfuerzo importante por unificar su obra y digitalizar fondos.
- El 27 y la edad de plata. Una institución centraliza desde hace años los inmensos e importantísimos legados de la generación del 27 y lo que se ha dado en llamar la "edad de plata". Aquella época previa a la Guerra Civil que supuso una explosión de talento creativo impresionante está custodiada en la Residencia de Estudiantes. Allí se guardan más de 50 depósitos.
Pero la generación del 27 sirve también para hacer un catálogo singular. Con un hecho que fue determinante e influyó después en muchos: el exilio. El caso de García Lorca es el de mayor dimensión. Su legado es leyenda. Su sobrina, Laura García Lorca, dirige una herencia que controla la familia del poeta por medio de una fundación. "El caso de mi tío siempre ha sido especial. Se trata de un legado material y simbólico. En el primer aspecto, nos preocupamos en ampliar en lo que podemos los fondos. En su dimensión simbólica, nos preocupamos de atender a la realidad de su figura en nuestro tiempo", afirma Laura García Lorca.
Lorca está presente hoy en todo el mundo y el interés por su figura no decae. Como puede ser, a menor escala, el caso de Miguel Hernández, cuyos papeles están depositados en Elche y en una fundación en Orihuela (Alicante). Se acerca el centenario del poeta en 2010 y los herederos preparan grandes fastos en los que se pondrá de manifiesto su capacidad de gestión. Dos casos especiales, productos del exilio son los de Jorge Guillén -que también cuenta con una fundación en Valladolid- y Pedro Salinas. Sus legados, por deseo de la familia están en la Universidad de Harvard, en EE UU, el país donde fueron docentes. El de Vicente Aleixandre está en litigio. La compra de su casa en Madrid para dedicarla al premio Nobel aún no está resuelta y en el aire queda la venta de parte de su archivo al centro de la generación del 27. Es un ejemplo polémico.
- El caso de Octavio Paz. En ocasiones la tormenta en torno al legado de un escritor no afecta a la difusión de su obra pero sí a la conservación de su archivo. Es el caso de Octavio Paz (1914-1998). Pocos meses antes de su muerte, el premio Nobel de Literatura de 1990 puso en marcha una fundación con su nombre e hizo director al historiador y crítico Guillermo Sheridan. El objetivo de la iniciativa era doble: lograr que su archivo permaneciese para siempre en México, evitando que terminase en una Universidad de EE UU que pudiera pagarlo y asegurar a su viuda una renta suficiente para vivir. A la muerte del poeta, su viuda vendería el archivo de su marido a la fundación, sostenida económicamente por diversas instituciones mexicanas.
A día de hoy, Marie Jose Paz no se ha desprendido del archivo. En 2001, Sheridan dimitió de su puesto después de varios desencuentros con la viuda de Paz, que, como heredera universal, pidió cobrar derechos de autor por los poemas de su marido que aparecían en la web de su propia fundación. Con todo, el desencuentro mayor fue el archivo, una pieza clave en el legado de un escritor. ¿Por qué no lo vendió a la fundación? "Por desconfianza", afirma por teléfono a este periódico Marie Jose Paz. "Sufrí una decepción y preferí no dejar sus cosas en manos extrañas". ¿Qué pasará finalmente? "No pierdo la esperanza de hacer yo misma una Fundación Octavio Paz. Eso sí, internacional, no nacional". ¿Con sede en México? "No, necesariamente". ¿Chocaría eso con el deseo de su marido de que sus cosas se quedasen en su país? "A él le importaba la obra. Y para difundirla lo mejor no es siempre una fundación. Ahí está Cortázar. Su viuda no montó ninguna fundación: vendió la biblioteca a España y parte de sus archivos a universidades de EE UU. Y su obra sigue muy viva".
- Cabrera Infante póstumo. Hace unas semanas se publicó La ninfa inconstante (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), la primera novela póstuma de Guillermo Cabrera Infante (1929-2005). La segunda será Cuerpos divinos. Y aún quedan en los cajones Mapa dibujado por un espía, que narra el último viaje del escritor a Cuba, y los miles de anotaciones, comentarios y reflexiones que fue dejando del autor de Tres tristes tigres. De convertir en publicable un material repartido en decenas de cuadernos manuscritos se ocupa su esposa, Miriam Gómez. Poner en limpio La ninfa inconstante le costó tres años y sortear las sospechas que caen sobre una viuda rodeada de inéditos. "Soy consciente de ello", dice ella, "pero Guillermo confiaba en mí. Compartíamos cama, lecturas y referencias. Hay guiños en su obra que sólo conozco yo porque nacen de comentarios privados. Antes de morir me dijo: 'Esto está terminado. Encárgate tú, y si no te gusta, lo rompes". Otras decisiones suyas han asombrado al mundo literario. Para empezar ha impulsado la edición de las obras completas y ha puesto su legado en manos de Andrew Wylie, el agente literario más poderoso del mundo. A largo plazo, se plantea preparar una edición facsímil de los cuadernos de notas que Cabrera Infante dejó al morir.
- Claudio Rodríguez en facsímil. El facsímil ha sido también la fórmula elegida por Clara Miranda para dar a conocer Aventura, el libro póstumo de Claudio Rodríguez (1934-1999). El escritor zamorano murió en la cima del reconocimiento como uno de los poetas clave de la segunda mitad del siglo XX español. La escasez de una obra tan exquisita como reducida despertó todas las expectativas. Pero cuando, en 2001, Tusquets publicó su poesía completa, la viuda limitó el volumen a los cinco títulos revisados en vida por él. ¿Y los inéditos? Bajo el título que les dio el poeta, Aventura, los publicó Tropismos en 2005, en edición facsímil. Con todos los borradores, sin transcripción ni notas, Miranda entregó a los lectores los últimos poemas de su marido sin traicionar el espíritu de un autor que escribía los poemas en cualquier parte y corregía hasta el final.